Aquellos maravillosos años revolucionarios, cuando los indignados tomaban las calles y todavía teníamos bipartidismo en España, surgió un nuevo partido que venía a cambiar y transformar la sociedad y política española: Podemos.
Su líder, Pablo Iglesias, venía a transformar la política española. Jarabe democrático lo llamaban por aquel entonces. Como cualquier otro movimiento de carácter populista no tardó en arraigar su mensaje: “Venimos a derrocar a la casta”.
Sin embargo, el discurso practicado estaba lleno de grandes ideas, metáforas trilladas y de un odio desmedido. Alentaba a la polarización y al posicionamiento radical. “Yo soy muy de izquierdas”, solía asegurar entrevista tras entrevista el exvicepresidente segundo del Gobierno Pablo Iglesias.
De la transparencia a la opacidad
Lo cierto es que el movimiento dio un buen susto a propios y extraños, y lo que parecía un apunte contable en las elecciones al Parlamento Europeo del año 2014, donde la formación morada obtuvo 5 escaños; se convirtió en una máquina de recopilar votos. Claro está que ni PP ni PSOE ayudaron a frenarlo. Los ERE de Andalucía, la caja B, recortes, subidas de impuestos y una monotonía política que parecía diseñada para perdurar para siempre.
No obstante, y como no podía ser de otra manera, el movimiento se sustentó sobre una base opaca: vínculos con Venezuela, una beca black en la Universidad de Málaga por parte de Errejón, pero claro, solo se ha beneficiado de forma ilícita de una beca pública con dinero público ¿tampoco es para tanto no?; sociedades pantalla, la no declaración de dinero obtenido de consultorías… y esto antes de empezar. Luego tenemos el caso Dina, los insultos machistas de Iglesias (claro que como es de izquierdas son menos machistas), la acusación falsa de abusos sexuales al abogado del partido; la investigación sobre Neurona, la posible caja b del partido (sí, al igual que en el caso del PP también se está investigando una posible caja b en la formación morada) y así podríamos seguir.
De acabar con la corrupción a ser parte de ella.
Pablo-Iglesias: Un líder totalitario para tiempos democráticos
Otro de los grandes retos de Podemos era transformar la política. No solo se trataba de una campaña de Marketing, sino de predicar con el ejemplo. Así que todos los cargos firmaron no estar más de ocho años en el poder, del mismo modo, se pusieron un límite salarial. Cinco años más tarde, con el ascenso de Pablo Iglesias a la vicepresidencia segunda del Gobierno y a pocos años de expirar su tiempo al mando del partido que había ayudado a fundar; la cosa cambió.
Para ello, durante una asamblea del partido, donde el único candidato que se presentaba era él, se aprobó acabar con el límite de años, al mismo tiempo que se ponía fin al límite salarial. Entiéndalo, “a la política no se viene a ganar dinero”, pero si te metes en política y cambias tu piso en Vallecas por un chalé en Galapagar, pues uno acaba teniendo más gastos y necesita subir su restricción presupuestaria.
Más polarización, menos democracia
Pablo Iglesias se va como vino, con un discurso vacío de ideas y propuestas y lleno de odio. «Hace poco más de cinco años tomé la palabra en esta tribuna democrática y mis primeras palabras fueron para las primeras generaciones de se jugaron la vida y la libertad para devolvernos una democracia arrebatada».
Poco o nada ha aportado ni como miembro de la oposición ni como vicepresidente segundo del Gobierno. Durante se etapa, España solo ha destacado en gestión ineficiente. Sí, el mundo ha atravesado una pandemia sin precedente; pero oigan, solo España ha liderado el número de fallecidos, la tasa de mortalidad más alta de los países desarrollados europeos en proporción al número de habitantes; se hizo cargo de las residencias de mayores para solucionar un problema que, dado que el Gobierno no ha contabilizado todas las víctimas por covid19, ni sabemos cuántas personas han fallecido debido a esta mala gestión.
Hemos sido el país del mundo con mayor tasa de contagio entre nuestros sanitarios, a la vez que el único que intentó precarizar a nuestros médicos alargando un contrato precario con la excusa de la covid19. Sí, a esos mismos de los que ya nadie se acuerda y que hace ahora un año salíamos a aplaudir cada tarde, a esos mismo el ministro de Sanidad intentó precarizarlos y el vicepresidente segundo del Gobierno y encargado de asuntos sociales no dijo nada, como tampoco lo dijo la persona que lo releva en el cargo y ministra de Trabajo, Yolanda Díaz.
La destrucción de empleo ha sido brutal, las colas del hambre alcanzan cifras récords y la caída del PIB es solo equiparable al efecto que produjo la Guerra Civil. Sí, Pablo Iglesias tiene razón, esto cada día se parece más a un estado de posguerra que a una democracia.